lunes, 9 de mayo de 2011

¡NO!


No debo. No quiero. Tengo un “no” viviendo en mi cabeza. Se me lee entre ceja y ceja. Me lo cubro con el cabello.

No y mil veces no, aunque me convierta en el sex symbol de las negaciones y en la protagonista de la Oda al masoquismo.

Millones de impulsos se procesan en mi corteza diciendo “sí” a toda hora. Entran como hormigas a mi masa encefálica. Yo los transformo en ecuación matemática, donde más por menos es menos. Y el menos, en este caso se convierte en un “no” rotundo.

No, en un millón de años. No, aunque todas las estrellas me digan sí de forma coqueta. No, a esos pensamientos donde estás tú. No, a tus hermosos ojos, siempre me hablan de un sí. No a tus labios venenosos con sabor a sí.

No, a los latidos del corazón, que se dispara como un niño rebelde huyendo a abrazarte. No, a los sueños que me poseen de repente, porque provienen de ti y tú llevas grabado un sí en la frente.

No, a imaginar que me piensas. No, a saber que no duermes pensando en mis constantes no.

No, a tu amado silencio, que me circula, que me contiene. Cada vez que te siento cerca, es cuando no sé que hacer.

Y he estado pensando, si quedarme callada o clavarte este maldito “no” en los labios.

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